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El Canoero del Caicara

Remembranzas

Algo que contar de mis recuerdos y vivencias de pequeño, con tucos; a veces sin ropa y descalzo.

El pueblo sólo tenía una calle principal que se extendía de punta a punta o de este a oeste.

La calle era de tierra en todo su trayecto; las casas, generalmente hechas de barro, distanciadas en algunos sectores de su recorrido.

Una plaza muy pequeña ubicada en la mitad del pueblo. En épocas de verano polvorienta ya que los únicos que hacían elevar el polvo eran el viento y el paso de los caballos, mulas, mulos, burros en los que cabalgaban los visitantes al pueblo.


En la época de invierno el olor a tierra húmeda era constante, no faltaban los huecos y canales que se abrían como consecuencia del flujo de agua producto de las lluvias copiosas que arrastraban la tierra hacia la zona más baja del pueblo, es decir hacia el caño Caicara.


Existían tres accesos al pueblo que cada uno contaba con una reja. Esta reja lucía como las que tienen actualmente los hatos o fundos para limitar el ingreso a sus tierras. Las rejas eran cerradas en las tardes para evitar la entrada del ganado al pueblo.

Recuerdo la ubicación de los accesos:

  • Una reja en lo que se podría llamar para la época la entrada principal. Quedaba donde finaliza la cerca de la Escuela José Antonio Páez. Desde esa reja en adelante en ruta hacia el actual aeropuerto no habían más casas, pues seguía un terraplén y esteros a ambos lados del mismo, donde pastaba el ganado y las bestias.

  • Un acceso ubicado donde vivía la familia Vargas, quienes tenían un taller mecánico, venta de repuestos y una bomba de gasolina, eso quedaba en los que hoy se conoce como El Polo y por donde seguía un camino que daba hacia el Chacero, allí estaba otra reja que cercaba al pueblo.

  • Un acceso o última reja quedaba donde está ubicada la casa más antigua del Sr Alberto Díaz, allí aparentemente quedan vestigios del botalón que servía de soporte a la reja.

Otro acceso a Mantecal, pero sin reja, era el que permitía la entrada atravesando el caño Caicara. Hoy día ha sido desviado. El paso era a pie por un puente de madera y luego por un puente de hierro, que también servía de impulso, utilizando sus barandas como trampolín para quienes se bañaban en el caño en época de invierno.

Cuando se habla de los que habitaban al otro lado del caño, la gente decía que vivían “pal otro lado" es decir, para lo que hoy se conoce como Yopito.


Había muy pocas casas y todas esas familias que hacían vida en el pueblo, se les consideró como los fundadores del mismo; la gran mayoría de ellos, no nacieron allí, llegaron desde diferentes lugares del país, algunos más cerca que otros, allí se asentaron, formaron y desarrollaron sus familias y fueron quienes iniciaron y dieron vida a lo que hoy podemos llamar el pueblo de Mantecal. Familias que se convirtieron en las semillas que dieron origen a lo que hoy por hoy es el pueblo soñado de sus hijos.


Existía una pesa donde regularmente se beneficiaba el ganado para consumo del mismo pueblo, todavía queda en pie su estructura externa, esta forma parte de la casa de los hijos de Rafael Polanco. Me refiero a la casa que está ubicada diagonalmente a la farmacia Los Módulos.


Recuerdo algunas estructuras que hoy permanecen en pie, como el Comando de la Guardia. Para la época no contaban con vehículos por lo que el movimiento y traslado de los guardias era por medio de caballos y mulas.

La iglesia oficiaba misa en épocas de bautizo y en ocasiones especiales que era cuando venía un sacerdote al pueblo.

La escuela José Antonio Páez operaba con normalidad, con un comedor para todos los alumnos y profesores, donde se dispensaba una comida de calidad, no había liceo.

El dispensario o medicatura rural con un médico, varias enfermeras, algunas de ellas muy conocidas y nombradas, como Doña Carmen Ramos, la partera por excelencia, Marcelina Rojas de Marín y Juana Nieves.

El Comando de la Policía con cuatro policías, sin uniformes y en alpargatas, bajo la autoridad del Prefecto del pueblo.

La planta eléctrica que brindaba luz al pueblo y era encendida a las 6 de la tarde y hasta las 9 de la noche.

El telégrafo que era el medio eficiente de comunicación por donde se enviaban los telegramas a cualquier parte de Venezuela y que con toda seguridad eran recibidos por sus destinatarios.

La radio que permitía las comunicaciones con la avionetas que frecuentemente llegaban al pueblo.

El juzgado con su equipo de trabajo y su junta comunal.


El solo hecho de escribir invita a recordar los colores de las casas, en su mayoría de barro y pintadas de blanco con cal y un zócalo ancho y alto de colores verde, rojo y azul; algunos árboles en medio de las casas que invitaban a descansar y a la conversa. Caso especial el Caracaro de Felicio, sitio de encuentro para todo aquel que llegaba al pueblo para abastecerse de alimentos y de bebidas espirituosas; allí amarraban sus bestias de transporte y de carga.


Esto es parte del recuerdo del pueblo de mi niñez, así lo disfruté y así se los muestro.

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