Rafael Tomás Medina Hernández, a quién por cariño llamaremos "El Boticario" y dedicamos este reportaje, su origen no es Mantecaleño, sino de Tucacas, Distrito Silva, estado Falcón, donde nació el 21 de diciembre de 1916.
Hijo de Francisco Medina Planchart y Aguasanta Hernández. En vida, a través de la botica "San Miguel", fue un servidor incondicional de la comunidad mantecalense, donde a falta de médico en muchas ocasiones, ejercía prácticas asistenciales de medicina y enfermería, junto a su esposa doña Hilda Rosa Castro de Medina con quien contrajo nupcias en Mantecal, en el año 1953. A partir de ese mismo año, emprenden trámites legales para la apertura de la botica, la cual funcionó aproximadamente hasta 1995 ¿Cómo llegó allí?
El destino, por circunstancias políticas lo trajeron hasta Apure.
Llegó por persecución, luego de liberarse del encarcelamiento, por lo que primero, fue procesado en Caracas por instigación a la rebelión y luego enviado a San Juan de los Morros, donde permaneció en prisión junto al que luego sería su compadre el Dr. Arturo Moros Cabeza (padrino de Hilda Fe), quien teniendo El Hato Menoreño en Apure, tal vez le sugirió resguardarse hacia esa zona y es al Hato La Trinidad, de José Natalio Estrada donde llegó por primera vez por esos lados, habiendo pasado primero por San Fernando, ya que su hermano Héctor, estaba casado con Graciela Testamark, emparentados con los Hernández Vásquez, de quienes siempre estuvieron muy unidos.
Doña Marina Sánchez Díaz dice: "Medina era conocido personal mío, así como su familia y en los años siguientes, nos visitaba con cierta frecuencia en compañía de su esposa Doña Hilda Rosa Castro de Medina" Trabajando con J.N. Estrada se movía por Rincón Hondo, y en una visita a La Estacada, en casa de Doña María Castro, madre de Hilda, quien ofrecía comida para los foráneos, conoció a la que luego sería su esposa, que estaba de vacaciones en el pueblo, ya que vivía y estudiaba en Caracas, protegida por sus padrinos Doña Pastora Ferrer de Delgado y Don José Francisco Delgado. El quedó prendado de la estirpe de la mujer llanera y la juventud de ella. Al poco tiempo terminaría en boda. Según testimonio de la Sra. Carmen de Ojeda cuenta, que conoció al Sr. Medina, realizando una visita de trabajo a unas tierras propiedad de J.N. Estrada en 1951, cuando se desempeñaba como secretaria del Juzgado, y junto con Don Jesús Rivero fueron a realizar un trabajo concerniente al Juzgado. Allí se reunieron con él y luego se vieron de nuevo en Mantecal, donde ya casado vino a formalizar su hogar y a sentar su Botica.
De esta unión nacieron 5 hijos: Hilda Fe, Héctor Rafael (Tucusito), Rafael Iván (El Pelón), Hilda Esperanza e Hilda Caridad. En unión anterior, tuvo a Terry Medina Requena, quién iba con su papá el día del lamentable suceso del fallecimiento de éste.
Según testimonio de la Sra. Zoila Fe Moros A, dice: "dirigiéndose Medina a Santander, Colombia, para llevar a Terry a un internado, en el paso de Bruzual a Barinas, un guardia revisando el equipaje, encontró una correa como la que usan los militares en cintura. El militar decía que la correa era de los militares y el Sr Medina alegó que tenía hasta factura de donde la compró en Valencia y que sugería fueran hasta el destacamento para arreglar el asunto en sana paz, lo que aprovechó el militar, para dispararle por la espalda, al momento que él encendía el vehículo para dirigirse al destacamento. Esto ocurrió en Bruzual el 29 de enero de 1964".
Doña Hilda, oriunda de La Estacada, Municipio Rincón Hondo, nació el 17 de mayo de 1934 y falleció en Maracay, estado Aragua el 12 de mayo de 2008, a causa de una neuro infección, ocasionada por un hongo. La primera botica establecida en Mantecal, con registro y patente sanitario, fue el Expendio de Medicinas San Miguel, sirviendo a la comunidad las 24 horas del día por más de cuarenta años, con vocación humanística al servicio de la salud en la comunidad de Mantecal y lugares adyacentes.
La historia de este emprendimiento por la salud, es un legado y un ejemplo de dedicación y constancia al servicio de una comunidad que, para su momento de apertura, adolecía de lo más elemental, como en muchas ocasiones, hasta de un médico que aliviara el dolor de quienes acudían al pueblo en busca de una respuesta a sus dolencias y que en la "botica", a cualquier día y hora lo encontrarían sin restricciones sociales o económicas.
Agradecimientos a quienes colaboraron en esta narración, son ellas:
Marina Sánchez Diaz
Carmen de Jesús Ojeda
Zoila Fe Moros
Hilda Fe Medina
Esperanza Medina
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